El teatro clásico se renueva con las artes contemporáneas. Esta vez de la mano de la obra de Fernando de Rojas. Una nueva vuelta de tuerca sobre el mismo texto y similares coordenadas en un espacio escénico diferente consolidan la visión del clásico por todos conocido.
A un escenario circular donde se perciben llanos y alturas, lechos tumultuosos y persecuciones temibles, se le suma el disfrute de los placeres carnales en un mundo regido por la Santa Inquisición.
José Luis Gómez, rodeado de muchos talentos, convierte a una Celestina pícara, fémina vieja que recuerda sus años mozos de buena prostituta sin apego al pasado, hechicera y convenida que hará lo que sea para llevar a cabo su fin.
Raúl Prieto interpreta a Calisto como un lujurioso sin remedio que logra la satisfacción del deseo conseguido, ya más dispuesto aún a entregarse a la bella Melibea noche a noche. Juntos, Calisto y Melibea (Marta Belmonte) son ahora una pareja de ansiosos amantes hechizados por la bruja y luego por ellos mismos. Tras la pasión, el amor que se quiere eterno y el posterior hachazo de la fatalidad al puro estilo clásico.
La escenografia se destaca por un gran decorado pictórico. Un escenario circular que lo permite todo en su desnudez y todo se desliza con tal seguridad dramática y destreza física que constantemente se transmiten emociones precisas hacia el espectador.